Ya lo dice la sabiduría popular: para gustos, los colores. Pero, a pesar de ser cierto, debes tener cuidado a la hora de elegir la pintura de tu casa: puede que ese amarillo pollo te encante, pero que te acabe dando dolor de cabeza si lo tienes todos los días en la habitación, ¿verdad? O que sea un color tan vivo que acabe dando la impresión de que esa habitación es todavía más pequeña de lo que es.
Lo primero, si quieres conseguir amplitud y luminosidad, tienes que apostar por el blanco, es lo que más luz dará a tu vivienda, tanto si hablamos de paredes como de puertas. Para seguir con esa luminosidad, los blancos van muy bien con los colores mantequilla en vez de los amarillos más vivos como el limón. Con estas combinaciones conseguirás espacios más acogedores. Y si tienes algún sitio donde no llega la luz, apuesta por el amarillo vainilla.
¿Dónde usar los blancos? La verdad es que van bien en cualquier espacio. El más puro lo puedes dejar para techos bajos (de 2,1 metros o menos). Mientras, en las paredes puedes usar tonos más cálidos como el marfil, el almendra o el beige. Con estos tonos conseguirás dar la impresión de que las habitaciones son más grandes (de ahí que no te aconsejemos colores muy vivos y chillones para estancias pequeñas porque acabarías consiguiendo un espacio opresivo).
Si buscas generar un ambiente relajante, apuesta por los azules: puedes probarlo en paredes de habitaciones donde haya luz natural. Si son oscuras, mejor deja ese tono para las tapicerías de los muebles o los cojines. Los azules son perfectos para el baño, por ejemplo.
¿Te apetece disimular el gotelé? Pues también es posible camuflarlo sin tener que quitarlo y se consigue con un verde mate. Además, el verde es un color muy alegre, que también queda bien en las habitaciones, en el comedor o en zonas de reunión. Tienes también una amplia gama: verde oliva, musgo, caqui, lima… Si quieres dar más claridad a esa estancia, deja el suelo en madrea clara. El verde es igual de relajante que el azul, pero como lleva amarillo, resulta más alegre. ¿Con qué colores no deberías combinarlo? Con morados en sus distintas intensidades porque puede agobiar. Sí que le va bien el lila.
Si te decantas por un gris, darás más carácter a tu estancia que con un blanco y sin utilizar por ello mucho color. Eso sí, si la habitación está orientada al norte y es poco soleada, no te lo aconsejamos.
Además, la pintura puede ayudarte a solucionar determinados problemas. Por ejemplo, si tienes habitaciones muy estrechas, pinta las paredes laterales de gris medio y la del fondo, de gris claro. Al fondo, coloca muebles blancos, ya verás que da la impresión de que las paredes se separan. Otro consejo: si tienes una casa de techos bajos y te parece que se te cae encima, el color te ayudará a levantarlo. Aplica un color medio en las paredes (verde musgo, ocre…) y pinta el techo de blanco, añadiendo una franja blanca de 15 cm. en la parte superior de las paredes.
Tipos de pintura para interiores
En el mercado hay mucha variedad. Una de la más extendida es la plástica, que es lavable una vez que se seca (puede ser muy útil para una habitación de niños). También está la pintura de esmalte sintético, son pinturas muy fuertes con acabados mate, satinado o brillante. Además en el mercado encontrarás las pinturas de esmalte acrílico (son resinas acrílicas, solubles en agua) y las pinturas minerales (de origen natural).
Hay que decir que las pinturas de origen mineral o vegetal son más adecuadas si tienes cualquier tipo de problema respiratorio y a la larga, se mantienen mejor que una pintura sintética.
Fuente : Idealista
